sábado, 28 de septiembre de 2013

Noche de luto

Noche de luto. Las nubes lloran, el cielo encapotado trata de consolar a la viuda, que derrama lágrimas sobre el paño oscuro, apoyada en el hombro del padre. Mujeres y hombres, todas como figuras negras y tristes, danzan en melancolía alrededor de la maldita llorona, ofreciendo su pésame y compartiendo un dolor fingido y hueco. El gentío deja intimidad a la desgraciada, y por fin abandonan el cementerio. El padre besa la mejilla de su hija, recién casada y recién viuda, que no tuvo ni tiempo ni fuerzas para cambiar su vestido de novia, antes cándido y bello, y ahora gris y empapado. Un conejito se le acerca, pálido por la luz, pero igual de blanco que su vestido había sido alguna vez. Relaja su ceño por una vez, y las lágrimas desaparecen poco a poco. Sus ojos centran su atención en el pequeño y redondo animal, que tanto le recordaba a la inocencia que una vez ella tuvo, mientras disfrutaba de su boda, junto a su hombre, subidos en el altar. Se inclina para acariciarlo y el conejo huye, turbado por otra presencia. Aparece al lado de la tumba una figura alta, que se ocultaba el rostro con un sombrero de amplias alas negras, sujetando un paraguas no menos oscuro. Lanza una inocente mirada al sujeto, que la atrapa con los brazos y le ofrece cobijo de la lluvia. Ambos dejan atrás la tumba, y la maldita pronto se casará de nuevo, y pronto será viuda de nuevo.

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