martes, 1 de octubre de 2013

La muerte tiene nombre de mujer II

De mi ventana unas oscuras alas se posan,
su penumbroso batir perturba mi sueño,
y un terrible graznido, finalmente, me despierta,
y, calado en sudor y con los ojos torcidos,
me incorporo y no veo nada.

Las campanas anuncian con su grave gemido,
como doce tristes y desgarradores sollozos,
la nebulosa, sombría y penosa medianoche
y, aterrado de los murmullos nocturnos,
vuelvo a mi lecho.

Son en vano mis esfuerzos por conciliar el sueño,
mas una oscura presencia oprime mi pecho,
y un tenebroso y dulce susurro que sisea
un acaramelado y hermoso poema,
acaricia mis oídos.

Abro mis ojos una vez más y nada veo,
mas siento una mano nívea, etérea y suave como seda,
lánguida, frágil y huesuda,
que acaricia mi rostro y mi cabello
y que, poco a poco, cierra mis párpados.

Caigo presa de un profundo sueño,
contemplo la impenetrable oscuridad
que a mi alrededor abunda,
y soy atraído por un canto de sirena
hacia un océano de sombras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario